.comment-link {margin-left:.6em;}

nautonnier

Thursday, March 22, 2007

Luna

Érase una día la luna que caminaba sóla y radiente en la noche. Esa luna se sabía luna y destellante, pro no se había podido ver jamás. Tan solo se intuía y percibía nociones de ella por los murmullos de envidia de las estrellas. Al final, ella brillaba mucho más. Pero a pesar de todo esto, la inseguridad recurrente la hacía esconderse, volver a salir, esconderse y volver a salir...

Un buen día, en una noche calmada, en una de aquellas nochas de suspiros y sueños, la luna se acercó a la tierra y econtró un inmenso mar calmado, sin viento, prácticamente estático, expectante...

Por mi lado, esa misma noche salí a navegar en una aventura sin destino definido. Embarqué y zarpé hacia un lugar en cualquier lado hasta que el viento amigo y favorecedor me dejó de acompañar. Todo parecía como un sucio plan para dejarme morir solo y abandonado en algún lugar de ningún lado.

Entre tanto, la luna había descubierto un espejo perfecto. Uno en donde se podía ver, conocer y valorar. Ahí estaba, primero distante, lejana, conociendo su luz y su redondez a distancia. También podía ver a las demás estrellas, que aunque en algún lugar a millones de años luz eran soles, ahí tan solo eran destellos de un manto de noche...

La luna se acercó más para poderse ver más de cerca, y al irse acercando notó algo más sobre ese espejo de mar.

Por mi parte, me encontraba desesperado y solo. Me recosté a pensar y a dejarme sentir solo, abandonado y pequeño en toda esa inmensidad.

Ahí fue cuando por primera vez pude ver a la luna más cercana que nunca. La ví como creo que muy pocas personas han tenido la oportunidad de hacerlo.

En algún punto la luna también dejó de contemplarse y me miró... Yo tampoco pude dejar de verla.

No se mencionó nada durante ese encuentro de miradas. En un punto, creo que las palabras, si se hubieran pronunicado, no hubieran tenido sentido alguno. Hay muchas más cosas que se entienden en los ojos de lo que las palabras pueden describir.

Recuerdo comenzar a sentir la brisa que comenzó a romper el silencio. Mi barco comenzó a moverse y el agua se enturbió rompiendo el reflejo de espejo. Lo que no se rompió fue la mirada ni lo que a partir de entónces comenzó.

Es por eso que hoy no me siento tan solo, y por lo que he podido entender de esa luna visitante, es que ella se ha podido conocer un poco mejor.

Cuenta la hisotria de que aunque la noche caiga contundente y oscura, siempre hay una luna y un marinero que se buscan para mirarse y así comprenderse en sus ausencias...

0 Comments:

Post a Comment

<< Home