Yo soy el genocida... el asesino

Quiero saber que te come las ganas, que pasa cuando cierras los ojos y miras el mundo desde la real perspeciva de lo que es, sin las figuraciones con las que nos engañan los ojos. En el momento tranquilo desde donde tu alma alcanza a hablar sin las voces que te recorren y engañan.

No hay presa que detenga el fluir de los ríos, que cansados de ser contenidos, deciden romper hasta el mar... La voz y las palabras tienen vida, sin embargo también tienen muerte. Mueren al no existir, al no transmitirse, al no ser. Le tengo miedo a que eso pase, sin embargo también he de ser sincero al confesarte que a muchas he matado.

He aniquilado muchas voces y cuantas más palabras al contenerlas. La primer palabra contenida me dolió mucho, pero después le han seguido muchas más, por lo que me pudieran calificar como genocida de vocablos. Hay una frase a la que he matado innumerables ocasiones, y cuando la recuerdo me inunda la tristeza y me ahoga su recuerdo.

Hoy vivo mi penitencia labrada en mi mirada y en muchas de las otras palabras que no soy capaz de sacrificar por fortaleza o tal vez por una terrible y anacrónica debilidad. Sin embargo el fantasma de aquella multi-asesinada frase me sigue persiguiendo al callar los ojos y cerrar los oidos.

¡Confeso liquidador de frases soy yo!, de esencias, de momentos, de sentimientos y tal vez hasta de abrazos, por temor a ser oido... y más aún a ser escuchado, a ser sentido... a ser entendido.

Yo soy el que la exterminó, con la esperanza de que no la haya extinguido para poderla pronunciar muchas veces más. Para cuando se presente la oportunidad, el fantasma de su memoria no me entierre, sino me eleve para dejarla ser escuchada. La quiero pronunciar, pero no sé como... por eso el miedo de haberle dado una estocada fatal que no la deje salir.

Quizá para poderla pronunciar se requiera un poco de ayuda, de un anti-asesinador profesional.